TEMA: LOS QUE
LUCHAN Y NO SE RINDEN
Salmo 9:10 “En ti confían los que conocen tu nombre,
porque Tú, Señor, jamás abandonas a los que te buscan.”
Podemos escuchar las muchas excusas y razones que cada cual puede dar cuando las cosas no le salen bien. Siempre se tiende a culpar a otros o a justificar los desaciertos, y no “quedar tan mal” en público.
La mayoría hemos
sido formados de esa manera, con un amor absoluto al triunfo, y una negación
total a la pérdida, de tal manera que si ésta se da, debemos cubrirla a como dé
lugar, aunque sea inculpando a otros.
En la Biblia
encontramos a Adán culpando a la mujer por su desobediencia, y a Eva culpando a
la serpiente por su mala decisión de comer del fruto prohibido.
Muchas personas que en el paso de la vida se han declarado
frustradas, y generalmente han acusado de su fracaso a:
Su padre pobre o vicioso;
Su madre por falta de afecto,
Su vecino por haberle negado un préstamo;
Su profesor porque lo hizo perder el año,
Su amigo que alguna vez lo traicionó.
Su padre pobre o vicioso;
Su madre por falta de afecto,
Su vecino por haberle negado un préstamo;
Su profesor porque lo hizo perder el año,
Su amigo que alguna vez lo traicionó.
Debemos ser sinceros unos con otros.
Y si al hervir la leche se nos derrama, la culpa no es de la vaca.
Y si al hervir la leche se nos derrama, la culpa no es de la vaca.
Cada vez que falles en algún propósito de la vida:
1. Reconoce la parte de culpa,
2. Aprende del error,
3. Empieza de nuevo,
4. Deja de escudarte acusando a otro u otros como culpables.
1. Reconoce la parte de culpa,
2. Aprende del error,
3. Empieza de nuevo,
4. Deja de escudarte acusando a otro u otros como culpables.
Todos debemos de confiar en el único en quien jamás nos ha
fallado ni nos fallará: Dios.
Vamos a poner en las manos de Él, nuestro diario vivir y depositemos a sus pies nuestros:
1. afanes,
2. tribulaciones
3. fracasos.
Vamos a poner en las manos de Él, nuestro diario vivir y depositemos a sus pies nuestros:
1. afanes,
2. tribulaciones
3. fracasos.
La buena
noticia es que: El Señor conoce nuestras fortalezas y debilidades, por lo tanto
no lo convence ninguna de nuestras excusas.
Es de entender
cuando el salmista dice: “En ti confían los que conocen tu nombre, porque
Tú, Señor, jamás abandonas a los que te buscan.”
Escrito por: Hno. Edwin Martínez
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